Germán Mundaraín, Defensor del Pueblo celebró el
sábado pasado, el Día de la Paz. "Desarmemos la palabra",
rezaba el programa que incluía discursos, ofrenda floral en la plaza
Bolívar y misa de rigor, oficiada en la Catedral de Caracas.
Uno, que se sabe mal visto por todos los organismos
del Estado -de lo que tampoco nos lamentamos- no es invitado jamás a
ningún acto oficial. Entonces duda ¿Será una travesura de Mundaraín,
quien al enviarnos la tarjeta correspondiente al evento nos llama así,
como quien no quiere la cosa, guerrilleros de la cuartilla y nos pide
deponer armas o por el contrario se trata de una cortesía, inusual,
gentil, de su parte, despojada de segundas y terceras intenciones, en cuyo
caso se le agradece, a nombre de Venezuela?
Una iniciativa loable en todo caso. En especial,
porque hasta prueba en contrario, tenemos que presumir la buena fe del
polémico funcionario.
VEHICULO DE AMOR O ARMA. La palabra es un vehículo
de amor, pero también un arma arrojadiza, unas más que otras y lo único
que no admite es el fingimiento ni la suplantación. La palabra se ha
hecho para entenderse, pero también se usa para no ser entendidos por los
otros y bajo este último presupuesto, es como comienzan los motines,
asonadas, guerras civiles, de la Federación o Bolivariana, como se llama
una que se nos avalanza.
"Quien roba mis pertenencias -se lamentaba Yajo
en Otelo- roba mis desperdicios. Pero el que me arrebata mi buen nombre
roba de mí, algo que no lo enriquece, pero que ciertamente me hace más
pobre".
Este despojo de la reputación, del buen nombre del
adversario es, hasta ahora, la práctica que ha prevalecido en nuestro
país en los últimos 43 meses. Hay pocas propuestas serias para atacar la
pobreza, la ineficiencia de los servicios públicos, el flagelo de la
corrupción, que campea por predios de la administración pública. A
cambio de ello, casi todos los actores del ambiente político, olvidan o
peor, no ponen en práctica la urbanidad porque jamás la han tenido.
El primer mandamiento, de esta modalidad de guerra
sucia, es acusar al contrario de hacer, precisamente, lo que uno
acostumbra a hacer o todavía peor, lo que hace en ese preciso instante.
Lo mismo en el ámbito del llamado alto gobierno, que en la
confrontación, que no transciende el campanario de la parroquia. Si no
fuese por la carga deletérea, aniquiladora de esta Venezuela que se nos
deshilacha, muchas veces provoca largar la carcajada:
- Compatriotas y compatriotos: Es lamentable
que el diputado Mogollón, conspicuo representante del sector más
infestado, purulento, canceroso, sifilítico -por no decir sidoso- de
nuestra comunidad, en lugar de hacer su aporte para elevar el tono del
debate político, esté urdiendo una campaña de acusaciones para
desacreditarnos, sin elemento probatorio alguno.
Por supuesto, que en tales circunstancias, la
reacción de Mogollón, no se hace esperar:
- ¿Y qué más pruebas va a pedir Veracoechea? Con
mi habitual aplomo y sin caer en ninguna clase de provocación, les vengo
a decir que aquí todos nos conocemos. Porque así como la gente sabe
perfectamente quién soy yo, Ruperto Mogollón, también sabe que ese
señor a quien no quiero nombrar -no sea cosa que a los escuchas de este
radioperiódico les vaya a salir una llaga en el oído- es un malandrín,
un caco, un violador -no me refiero de menores de edad, que también lo
es, sino de cajas fuertes- que no puede caminar por las calles porque las
alarmas de los automóviles se disparan.
Estos insultos suponen devolver la política a la
gallera, y desde la gallera han nacido todos nuestros motines y guerras
civiles. Incluida la gallera con heráldica, que es hoy Miraflores.
Sea como sea, le deseamos éxito a Mundaraín en su
cruzada. Aunque lo dudamos ¿Cómo va a desarmar la palabra, si el gran
francotirador de la comarca, el máximo forajido del verbo, fue el primero
en tirarle una trompetilla a su convocatoria?
Post Scriptum. Hablando de palabras. O mejor dicho,
de palabrotas. Integrantes de un Circulo Bolivariano acudieron la semana
antepasada a Globovisión, a invocar su derecho a la información veraz.
Las gráficas de la protesta, publicadas por varios medios de
comunicación, atestiguan que periodistas, opinadores y articulistas,
entre otros este servidor, fueron insultados por los manifestantes en unas
pancartas redactadas en idioma inglés, mal escrito, como era de
esperarse. Si apenas balbucean el castellano, no deben atreverse ni a
decir "Yes". Pero ¡qué diablos! "Es que los bolivarianos semos
analfabestias en dos y en hasta muchas lenguas".
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