Crónica Carnavalera

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Algunas actividades que en los presentes Carnavales, se deberían prohibir y castigar con cárcel . . .


 

 

El cronista, es un detractor del disfraz. Lo puntualiza ahora, que son días de Carnaval, que la gente disfruta del asueto y que surge la obligación de descansar de la política, con temas aparentemente frívolos.

Una pareja de esposos que da una fiesta y exige a sus invitados que asistan ataviados de Bolívar y Manuelita Sanz - o de cualquier otra pareja histórica - es de la clase de esposos que bautizan a sus hijos con nombres como Freddywilliams o Jackelinhillary y que llaman a tales eventos sociales “costume party” aunque ni siquiera lleguen a guateques con pretensiones.

 

Si ya el hecho de disfrazarse apunta hacia la ordinariez, hacerlo de mujer – en el caso de un varón - colma todas las decepciones. Un hombre que adopta semejante conducta, además de alimentar sospechas, suele ser espejo de falta de originalidad y pésimo gusto.

- ¿No te parece medio gay, Francisco Johnny, con ese disfraz de geisha?

- En lo de gay prefiero no opinar, ahora, yo nunca he visto  una geisha con la contextura de un hipopótamo…

Por lo general, los disfraces son incómodos, costosos y no engañan a nadie, pues ninguno es lo suficientemente imbécil para creer, en pleno corazón de Caracas, que está ante Napoleón Bonaparte, un beduino o el jefe de una tribu siux. Aparte de todo,  si son de alquiler, se corre el riesgo de contraer algún sabañón colocado, ahí, como quien no quiere la cosa, por alguno de los 100 o 150, anteriores arrendatarios del atuendo. Únicas excepciones en las cuales disfrazarse no constituye una estupidez, ni un peligro para la salud. Primera excepción: en los menores de cuatro años. Segunda excepción: que el disfraz sea de Lina Ron; que el baile de disfraces se celebre en los salones del Caracas Country Club y que no se  trate de un disfraz, propiamente dicho, sino que sea la señora Ron, en persona, que en una confusión del portero, se ha colado para crear un caos en el culebrón.

EN LA MONTAÑA. Otras de las conductas, propias de esta época, no menos  atentatorias contra el medio ambiente, el buen gusto y la convivencia pacífica, son las adoptadas por los vacacionistas. De las perpetraciones en playas y demás zonas costeras que cercenan de manera irreparable el derecho al descanso y al sano esparcimiento de todo integrante del género humano, ya hemos escrito bastante en Carnavales anteriores. Sin embargo, de manera inexplicable se nos habían quedado en el tintero las obligadas referencias a los montañistas. Una injusticia, que prometemos reparar en esta y en sucesivas crónicas.

La excursión a la montaña, es un medio, no un fin. Algo que conviene recordarles a los supuestos amantes de las zonas elevadas. Al paso que vamos, algunas familias se verán obligadas a trasladarse a la sierra o al pico más cercano en camiones de mudanza. En otro tiempo, pasar un día en “El Junquito”,  “La Colonia Tovar” o subir a “El Ávila”, consistía en caminar un poco, comer otro tanto pero sobre todo, lo dicho, pasar un día y quizá, apenas unas cuantas horas. No había necesidad de cargar con cavas de comida y hielo seco, vasos y cubiertos desechables, lámparas de keroseno, sleeping bags, carpas de campañas para instalarlas en lugares donde de ninguna manera existen las facilidades para ello y que por lo mismo, acaban por convertir un bucólico paraje, en mingitorio, incluidas las “necesarias” de “Rambo” el feroz rottweiler de la familia “porque tampoco podíamos dejar el animalito, encerrado en el apartamento”.

¿Qué sensación especial produce horadar la vegetación, hasta entonces virgen o semivirgen  con las nuevas picas abiertas con la mountainbike del desobediente de Freddywilliams? ¿Cuáles son los espasmos de placer que desencadena escuchar música - de rock o de vallenato, lo mismo da- a 3.500 metros de altura, a razón de 8.99 decibeles en lugar de hacerlo en una discoteca? Habrá que consultárselo a Freud.

Montañista que no es amante de la carne a la parrilla no es montañista. Si el condumio se  cuece a fuego lento en un anafe improvisado, de forma que después de la comilona queden esparcidos los rastros de cenizas, brasas y carbón, más poético todavía, hecha la acotación de la creciente popularidad del carbón vegetal, más inflamable que sus equivalentes, y por consiguiente, más proclive a provocar incendios forestales.

INSISTO: en este tipo de temporada nada mejor que quedarse en casa y en cuanto a lo de disfrazarse ¡ jamás! salvo que sea en el aeropuerto de Maiquetía, para escaparse de una prohibición de salida dictada a causa de decirle al gobierno, lo que se merece


© 2005 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio