Transparencia
Internacional ha vuelto a clasificar al gobierno de Chávez Frías entre
los más peculadores del planeta. Según el documento, el flagelo ha
repuntado ya que si nos atenemos al último informe, la Revolución
Bolivariana acumula un exiguo 2.4 sobre 10 en lo que se refiere a
actuaciones
medianamente decentes.
Nos
enseña Freud que poco importa lo que uno sea porque lo que cuenta, en
definitiva, es lo que cada cual crea que es. Visto así, el citado ranking
mundial es freudiano. Transparencia ha indagado la percepción que tienen
los nacionales de sus respectivos mandatarios y de acuerdo con unas fórmulas
polinómicas se concluye en lo que ya sabíamos nosotros sin tanta
parafernalia: en Venezuela, hasta el más despistado tiene la convicción
que en este gobierno mete mano hasta el gato.
EL
ROBO ARTISTICO.
El político no tiene el privilegio del artista que puede ser reivindicado
por su obra.
Los
llamados relojes blandos de Salvador Dalí, lo absuelven de todas sus
excentricidades, postizas, pero sobre todo crematísticas. Hoy, se lee con
interés, lo mismo al Marqués de Sade que a San Agustín - que tampoco
fue un santo a tiempo completo. La cinematografía de Kazan, no desmerece
por la condición de soplón de su autor, como los venezolanos, por poner
un ejemplo que nos resulta sensible, le perdonamos a Borges la corrosiva
envidia que le despertaba nuestro Libertador cuando lo comparaba con su
presunto par argentino.
El
tiempo, es implacable con el hombre corriente y moliente, pero le perdona
años y hasta siglos al artista generador de belleza.
Al
político no tienen porqué admitírsele tales perversiones personales,
pero muchos de nuestros gobernantes reclaman similares inmunidades.
El burócrata que roba pero que también deja que los demás lo hagan o que pecula,
pero que inaugura una carretera o un alcantarillado, reclama para sí las
indulgencias del músico, del escultor o del poeta. Sus pecados quedarían
justificados por sus obras, aunque en definitiva, estas últimas
constituyen coartadas para engrosar sus ingresos.
Uno
revisa las ejecutorias de este gobierno y no consigue una sola construcción
pública, que pudiese servir de atenuante a la cleptocracia bolivariana.
Ni siquiera basado en la teoría que equipara la corrupción con la
belleza artística ¿Ha robado y dejado robar? Lo mismo. La democratización
de las sinecuras para los depauperados es insignificante si se la compara
con las cuentas off shore de los generalotes, la corrupción en
Pdvsa o las comisiones que hay que pagar en Cadivi.
EL CORRUPTOMETRO. Sea como sea, el último
reporte de Transparencia Internacional está allí. Un experto en estas
mediciones, nos informa que uno de los indicadores más confiables para
determinar la onda expansiva de este flagelo, es el número de giros idiomáticos
para describirlo. En el diccionario finlandés,
por ejemplo, apenas figuran un par de vocablos para referirse a los
expolios contra la Hacienda Pública.
- Es que esos finlandeses, no están en
nada... - me replicará uno de los ya referidos generalotes bolivarianos.
Pero
¡ay! de que aquellas comunidades en las que proliferan, como hongos, los
sinónimos en este sentido. A saber: ñemeo, guiso, trinquete, movimiento
‘e bemba, cómo quedo yo ahí, mi vainita, bájate de la mula,
mordida, lo mío, coima, riquirrán, ñiquiñuqui, cuánto hay pa’ eso,
redistribución bolivariana de la riqueza, expropiaciones
quintarrepublicanas, todo ello sin contar con la interminable variedad de
ronquidos en clave Morse, guiños, movimientos con las manos, pies y/o
cualquier clase de guindajos, para prevenir las escuchas, siempre
indiscretas.
Otro de los parámetros para determinar la
extensión de estas prácticas contra el patrimonio público, es la
impudicia.
Son las 10:00 am de un lunes cualquiera.
Usted se encuentra ahí, al pie del cañón como jefe de compras de un
ministerio bolivariano. De pronto, la telefonista le anuncia que el
proveedor más importante de su despacho, desea una entrevista. Usted,
siempre cortés, accede. Entra el señor. Le dice que prefiere una
conversación a puerta cerrada. Usted cambia de color. Le mira a los ojos
mientras le responde: (a) Que no tienen nada privado qué conversar y que,
por consiguiente, salga por donde entró; (b) Que bueno, que cierre la
puerta, así, como quien no quiere la cosa; (c)
¡ No, ohhh! ¡Qué puerta ni qué puerta! ¡Si aquí mete mano
desde el ministro hasta los porteros! ¡Además, hermanazo, lo que tenga
que decir, dígalo antes del revocatorio!
Ahora marque su respuesta y envíesela a
los musiúes de www.transparency.com.
¡ Pa’ que aprendan cómo se bate el cobre
- y el cobro - en la Revolución Forajida y Bolivariana.
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