¿El
organismo internacional que restringe la proliferación de las bombas
atómicas, incluida la previa elaboración de uranio enriquecido? ¿La comisión
de valores que establece que empresas como Citgo, publiquen semestralmente
sus balances auditados? ¿Las veedurías electorales de la OEA y la Unión
Europea? ¡Que se
vayan p’al cipote! Lugar que la coprololalia forajida, tiene reservado para
las instituciones o individualidades empeñadas en regenerarla, algo que
equivaldría a la negación de su propia razón de ser y por ende, objeto a los
venablos más soeces.
La convocatoria para
suscribir el acta fundacional del club, excedió los cálculos más pesimistas
-pesimistas para nosotros, porque para los nuevos asociados, a más miembros,
más atajaperros. Narcorepubliquetas, republiquetas bananeras, republiquetas
de la ex Unión Soviética, republiquetas del llamado Quinto Mundo, sin
faltar, porque no podían faltar, paraísos fiscales, emiratos árabes
gamberros, monarquías afincadas en atolones perdidos en el Pacífico y cierto
Estado cleptómano y desvergonzado, que a la hora de los escalafones
universales de, corrupción, violación de derechos fundamentales y fraude
electoral no es segundo de nadie. No lo mencionamos por su nombre, geografía
y símbolos patrios reencauchados, porque lo último que queremos es ofender a
nadie en particular.
LA FINANCISTA DEL CLUB. Los lectores
ya se imaginarán quién fue el primero en ofrecerse para regalar el terreno,
la construcción de la sede y donar desde la mantelería hasta el papel
higiénico Además, esta nueva manifestación de nuevorriquismo, incluía
algo muy difícil de rechazar. Nos referimos a la paz y tranquilidad de los
asociados. O lo que es lo mismo: puerta franca para entrar y salir por
aeropuertos y puestos fronterizos locales sin interferencias de fiscales
del ministerio público y órdenes de capturas libradas por INTERPOL, aparte
de la ansiada censura previa, de modo que ningún reportero o cadena de TV
incurriese en la falta de hospitalidad de publicar el prontuario de los
miembros VIP - que lo son todos- de la nueva organización. Sin embargo estas
cosas, son más complicadas de lo que parece. La propuesta a todas luces
atractiva, fue rechazada de manera unánime en la primera plenaria:
-¿En la republiqueta
bolivariana? ¡Qué va oh! No van a terminar jamás la edificación; si
la terminan, al primer palo de agua se desploma y además, después de tantas
promesas, lo más probable es que, al final, nos salgan con el equivalente a
una trocha, mocha y vulgar.
La presidencia,
vicepresidencia y demás vocales del club, fueron plazas que se cubrieron con
relativa facilidad. El contratiempo, insalvable, como se verá, surgió a la
hora de elegir al tesorero. Algo muy natural. Con semejante membresía, se
daba por descontado que cualquiera que estuviese al frente de las finanzas,
se iba a lucrar con el canje de deuda argentina, con sobreprecio en las
adquisiciones médicas a través de Cuba, lo mismo que con la colocación de un
hermano como testaferro, de modo de acaparar los suculentos fletes de
Mercal.
UN BAILE RUCANEAO. La
inexistencia de un tribunal disciplinario ni cosa que se le parezca, fue
punto de honor - valga la paradoja entre quienes les tiene sin cuidado
semejante palabreja- a la hora de la suscripción del documento constitutivo.
“¡Qué disciplinario, ni qué disciplinario, si lo nuestro es el relajo”. Con
todo, la actividad social del “Club Forajido” será intensa. Habrá cenas para
los casados, para solteros, viudos y divorciados, celebraciones de Cruz de
Mayo y hasta bailes de presentación de los afiliados recién inscritos.
-
¿Nuevo por
aquí?
-
Sí, me
aceptaron ayer.
Cuando existe comunidad
de intereses, de afectos y desafectos, la camaradería se acelera a velocidad
de película muda. Intercambio de miradas, aproximaciones personales y hasta
invitaciones que trascienden la sola calidad de colegas.
-
¿Bailamos?
-
Claro, me
encanta la música ¿Cómo te llamas?
-¡Soy la Republiqueta
Bolivariana, miembro-fundador del Club! y presidente hasta que el cuerpo
aguante.
- ¡La famosa
Republiqueta Bolivariana? ¡Caramba, qué honor conocerte! En cambio, yo, soy
una republiqueta narcolavadora. Humildemente . . .
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