Pero
vamos por partes o por sus pasos bien contados. El TSJ, como muchos
ministerios y despachos del Alto Gobierno, tiene una gerencia o departamento
de prensa. Este último, además de redactar y distribuir las gacetillas
contentivas de los logros y aspectos relevantes del organismo, reune cada
día en un “resumen ejecutivo” todas las noticias que tengan relación con el
respectivo ente. Buenas o malas, poco importa, por la fiinalidad es tener
informados a sus usuarios. Pues bien, esto último fue, precisamente, lo que
desnaturalizó la señora que preside la instancia judicial, al prohibir que
tal “resumen ejecutivo” contenga cualquier noticia, comentario o reportaje
proveniente de las mencionadas publicaciones.
¿A quién afecta más la
orden?
En primer término a las propias
magistradas y magistrados. Nos consta que se trata de gente mayor de edad,
en el caso los cababalleros, viejos, peludos y pegostudos, por lo que nos
parece una desconsideración que alguien venga a imponerles de lo que pueden
o de lo que no pueden estar informados.
A partir de tal orden, seran
unos funcionarios, más aislados de la realidad, menos conectados con el
mundo, en particular con el judicial, pero sobre todo, sera menos felices,
porque nos consta que muchos de los integrantas e integrantos del TSJ
gozaban una y parte de la otra, con nuestras “Rectas de Humo” aunque no
acostumbremos a dragonear en temas legales.
Además, qué van a leer ¿Los informes
del departamento de prensa, del TSJ, según los cuales la reina del Carnaval
de dicho tribunal quedó entre las finalistas en el templete celebrado en
la plaza de La Pastora? ¿O que los empleados, obreros y personal de
confianza del Máximo Tribunal, todos con descomunal barriga cervecera, le
ganaron 23 a 21 al equipo de soft-ball de Hidrocapital?
Las cosas malas, nunca
vienen solas. A la mencionda censura, la seguirá otra y otra y otra, con el
resultado que los magistrados perderán parte de su libertad porque no podrán
ver o leer nada más que aquello que les seleccione “El Gran Hermano”, en
este caso “Gran Hermana”. O peor. Cada noticia, tendrá que serles explicada
por “sus parientes o representantes”, sobre todo por éstos, como que si
fuesen unos muchachitos.
Nos parece verlo y oírlo
todo. Si algún programa de radio, televisión o mención impresa, habla de
alguna irregularidad, de la existencia de una tribu o de cierto bochornoso
episodio judicial, los magistrados no podrán digerirla así como así, en
bruto, sino asistidos por persona con más criterio y mejor formación
revolucionaria. A saber:
- Eso no es una noche de locura y de
calzón quitao tribunalicio, dottol. Es que los protagonistas estaban
fabricando un hermanito…
Si un energúmeno,
descontento, irritado por alguna sentencia, llama “plasta” a nuestra
administración de justicia, lo mismo. Alguien con mayor cultura bolivariana,
les explicará a los integrantes del TSJ, porqué es un honor que el jefe los
califique de “plasta” o de “mafiosos” a través de persona interpuesta,
mientras que si el cuestionamiento proviene de cualquier otro individuo
constituye una ofensa, un agravio, un irrespeto que hay que censurar, no
importa lo serio, sereno, bien fundado, pero sobre todo, lo menos
escatólogico que sea si se lo compara con los de “mi comandante”.
Total, la misma
historia de matar al mensajero, con su carga de arbitrariedad, primitivismo
y la tendencia de culpar a los demás de los vicios que nos corroen.
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