Censura en el TSJ

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Hay quien dice que un editorial de Poleo por aquí, unas columnas del reportero judicial J. R. Ramirez, por allá y una crónica irreverente de Santiago Alcalá, en su siempre bien informado “Quirófano”, más allá, fueron las responsables de  la medida . . .


 

  La presidenta del TSJ ha ordenado a su jefe de prensa, vetar a las publicaciones “Zeta”, “Reporte de la Economia” y “La Razon”. Este nuevo index librorum prohibiturum, que retrotrae al llamado Socialismo del Siglo XXI a los episodios más oscuros de la Inquisición, no vino acompañado de ninguna explicación. Sin embargo, hay quien dice que un editorial de Poleo por aquí, unas columnas del reportero judicial J. R. Ramirez, por allá y una crónica irreverente de Santiago Alcalá, en su siempre bien informado “Quirófano”, más allá, fueron las responsables de  la medida.

 

Pero vamos por partes o por sus pasos  bien contados. El TSJ, como muchos ministerios y despachos del Alto Gobierno, tiene una gerencia o departamento de prensa. Este último, además de redactar y distribuir las gacetillas contentivas de los logros y aspectos relevantes del organismo, reune cada día en un “resumen ejecutivo” todas las noticias que tengan relación con el respectivo ente. Buenas o malas, poco importa, por la fiinalidad es tener informados a sus usuarios. Pues bien, esto último fue, precisamente, lo que desnaturalizó la señora que preside la instancia judicial, al prohibir que tal “resumen ejecutivo” contenga cualquier noticia, comentario o reportaje proveniente de las mencionadas publicaciones.

¿A quién afecta más la orden?

En primer término a las propias magistradas y magistrados. Nos consta que se trata de gente mayor de edad, en el caso los cababalleros, viejos, peludos y pegostudos, por lo que nos parece una desconsideración que alguien venga a imponerles de lo que pueden o de lo que no pueden estar informados. A partir de tal orden, seran unos funcionarios, más aislados de la realidad, menos conectados con el mundo, en particular con el judicial, pero sobre todo, sera menos felices, porque nos consta que muchos de los integrantas e integrantos del TSJ gozaban una y parte de la otra, con nuestras “Rectas de Humo” aunque no acostumbremos a dragonear en temas legales.

Además, qué van a leer ¿Los informes del departamento de prensa,  del TSJ, según los cuales la reina del Carnaval de dicho tribunal quedó entre  las  finalistas en el templete celebrado en la plaza de La Pastora? ¿O que los empleados, obreros y personal de confianza del Máximo Tribunal, todos con descomunal barriga cervecera, le ganaron 23 a 21 al equipo de soft-ball de Hidrocapital?

Las cosas malas, nunca vienen solas. A la mencionda censura, la seguirá otra y otra y otra, con el resultado que los magistrados perderán parte de su libertad porque no podrán ver o leer nada más que aquello que les seleccione “El Gran Hermano”, en este caso “Gran Hermana”. O peor. Cada noticia, tendrá que serles explicada por “sus parientes o representantes”, sobre todo por éstos, como que si fuesen unos muchachitos.

Nos parece verlo y oírlo todo. Si algún programa de radio, televisión o mención impresa, habla de alguna irregularidad, de la existencia de una tribu o de cierto bochornoso episodio judicial, los magistrados no podrán digerirla así como así, en bruto, sino asistidos por  persona con más criterio y mejor formación revolucionaria. A saber:

- Eso no es una noche de locura y de calzón quitao tribunalicio, dottol. Es que los protagonistas estaban fabricando un hermanito…

Si un energúmeno, descontento, irritado por alguna sentencia, llama “plasta” a nuestra administración de justicia, lo mismo. Alguien con mayor cultura bolivariana, les explicará a los integrantes del TSJ, porqué es un honor que el jefe los califique de “plasta” o de “mafiosos” a través de persona interpuesta, mientras que si el cuestionamiento proviene de cualquier otro individuo constituye una ofensa, un agravio, un irrespeto que hay que censurar, no importa lo serio, sereno, bien fundado, pero sobre todo, lo  menos escatólogico que sea si se  lo compara con los de  “mi comandante”.

Total, la misma historia de matar al mensajero, con su carga de arbitrariedad, primitivismo y la tendencia de culpar a los demás de los vicios que nos corroen.

 

© 2007 Derechos Reservados - Nelson "Lonpleipelúo" Ramírez