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Había que detallarlo el jueves pasado en la primera página de este diario. Manoseador. Parejero. Liso . . .


 

Había que detallarlo el jueves pasado en la primera página de este diario. Manoseador. Parejero. Liso. Ahí, colgado del hombro de Lula Da Silva para posar de simpático ante los camarógrafos de la Cumbre de Mercosur

¿Una travesura del foto-reportero que desde algún ángulo alevoso, lo mostró cachete con cachete con el presidente de Brasil? No

¿Cierto afeite digital, de esos que lo hacen aparecer a uno, con o sin papada, con mohín de genio o con sonrisa de vaca embarazada, como en este caso, según las simpatías o antipatías del retocador de guardia? Tampoco.

Una imagen dice más que mil palabras. Así que aparte de veraz, se trata de una gráfica oportuna. Basta mirarla, para que cualquier incrédulo se convenza de que tenemos lo que tenemos.

Lo bueno y lo feo. Modestias aparte, los venezolanos, somos muy buena gente. Pero hay que reconocerlo. También tenemos defectos. Impuntuales, bochincheros, confianzudos, olvidadizos, inconstantes y poco respetuosos de las normas. Desde las constitucionales hasta las reglamentarias, pasando, por las de tránsito terrestre y en muchas ocasiones, por las de salvaguarda de la tesorería pública.

Otra de las máculas que debemos  agregar a la referida lista, es cierta confusión de la gimnasia con la magnesia:

- Aló ¡Hola, mi amor, te reconocí la voz! ¿Podrías volver a llamarme mañana, gordito?

- Mire, señorita, no creo en su amor por el solo hecho de hablar con usted por novena vez, por teléfono y en forma no muy amistosa, dicho sea de paso. Aparte de todo, dígale al dueño de ese taller mecánico que yo solicité sus servicios profesionales, no para que amen, ni para que me llamen “gordito”, sino para que me reparen mi automóvil ¡Y rápido!

Cuando se dragonea sobre el tema de la idiosincrasia se corre el riesgo de incurrir en las odiosas generalizaciones. De manera que llegado al presente punto, es necesario hacer ciertas salvedades.

Así como cada venezolano tampoco está condenado al determinismo cromosómico de  reunir, una a una, las fallas enumeradas, se da el caso excepcional de un único sujeto, de esos que nacen cada 500 años, que concentra entre pecho y espalda, la totalidad de los defectos de la venezolanidad -habidos y por haber-  y lo que es peor, sin el menor atisbo de las numerosas virtudes que también adornan el gentilicio.

Nuevo papel. Alguien desde muy chicos nos inculcó una creencia que se exacerba cada cierto tiempo. Es otra falla de la nacionalidad. Se refiere al mito que somos un país rico. Lo vivimos con el recordado ‘ta barato dame dos y ahora lo sufrimos con el ’ta barato toma tres, alma gemela de la desubicación total en nuestras relaciones internacionales, que agregamos al inventario contenido en la presente crónica.

Nada personal, valga la aclaratoria. En esto de ejercer la diplomacia lo que cuenta son los resultados. Bienvenida, si se consigue, una rebaja arancelaria, aunque dudamos que se obtenga alguna, con ese dedote índice zurdo, puyándole la barriga al jefe de Estado que conoció la noche anterior o con “una de velocidad” ante alguna Primera Dama. A saber: “¡Eh, ah, caramba, señora Da Silva, qué contenta se le vé. Se nota que el Luiz Inacio anoche le dio lo suyo!”.   

Todavía   más oneroso, es eso de convertirse en San Nicolás internacional,  para que le celebren los chistes, sentirse líder del movimiento antiglobalizador o cruzado de la batalla contra el FMI. Al final, para que apenas voltee, sus presuntos aliados o beneficiarios, lo conviertan en blanco de las burlas y los remoquetes más crueles. 

Escribía el viejo Bernard Shaw, que la única forma de comprar un  afecto, es ir a la tienda de mascotas y adquirir un cachorro. Si eso es así ya podemos suponer qué será de la búsqueda del respeto, del reconocimiento continental sobre la base de la dádiva irresponsable o de la ventaja comercial insensata.  

Me parece verlos. Es la próxima cumbre de jefes de Estado.

LULA: (Para sus adentros) Otra ves. Ahí vienu. Lo que Eu tiene que calarse, pra levantare os cruçeiros ¿Se habrá puesto desodorainte contra el mal olore do traspiraçaon?

EL HERMANAZO: ¡Déjame darte un abrazo del oso bolivariano! Por cierto, hermano Luiz Inacio: ya te pagué los aviones Tucanos, le otorgué, a dedo, a empresarios de tu país, la ampliación del Metro, el tercer puente de Angostura y le compré los quinchonchos a los exportadores de Boa Vista...

Le habíamos agregado el de forajido internacional a este caso de veras único del compatriota que aduna todos los pecados del gentilicio, sin ni siquiera una, de sus  virtudes. Pero lo confesamos. Esto del papel de bolsa de la diplomacia, no se encontraba en nuestras previsiones. 

 


© 2003 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio