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"¡Mire que a nuestro Presidente le pasan cosas! Su gobierno, por culpa de la corrupción administrativa colocado en posición tan comprometedora . . .


 

YO SE LO QUE VA A DECIR. Me parece oírlo en su programa de radio. Que Transparencia Internacional es una nada transparente ramificación de la CIA basada en Berlín y que en esta colocación del gobierno de Venezuela entre los más corruptos del planeta se esconde un complot en el que forman parte los viejitos del exilio cubano que operan desde algún geriátrico de Miami Beach, los escuálidos y, por supuesto, porque tampoco son de fiar, los oligarcas de la prensa.

Prometemos no terciar en la controversia. Para nosotros la única veracidad concreta, espesa, aunque provoque ira en determinados círculos bolivarianos, es que según las agencias de noticias, la citada organización internacional en su informe correspondiente a 2001, ubica al gobierno de Venezuela en el ranking mundial de la moralidad -o inmoralidad, según se vea- en un número que lo dice todo: el sesenta y nueve.

Pobres, pero honrados

Se trata de una frase que nunca me resultó simpática. Por supuesto, no dejo de admitir que en otro tiempo se usaba el término honrado, en especial entre la gente de escasas letras, como sinónimo de aseo personal, pulcritud y apego a las normas de urbanidad.

Sin embargo, la carga de altivez de autoproclamar la buena escuela pese a las penurias económicas, degeneró en la odiosa generalización, según la cual se es rico o pobre de acuerdo con el grado de probidad empleado en ganarse el pan de cada día. Hay millonarios por truhanes o por trabajar de sol a sol en forma disciplinada -habrá que ver cada caso en concreto -, como en ocasiones la miseria es por falta de oportunidades o debida al derroche, la contumacia o la creencia de que las cosas se arreglan de sólo hablar necedades.

Pero no era la frase sobre la pobreza y la honradez el objeto de la presente crónica. Ocurre que de acuerdo con Amnistía Internacional, los gobiernos más corruptos son precisamente los más pobres, los más menesterosos, los más arruinados, y aquí si llegamos donde queríamos llegar.

Lo de corrupto, ya lo sabíamos todos. De lo que no nos habíamos enterado de ninguna forma los venezolanos era de que pese a un barril de petróleo a más de veinte dólares y un Presidente a bordo de su jet personal, regalándoselo a Fidel Castro, teníamos un gobierno indigente. Que le digan peculador a algún funcionario del Banco del Pueblo, FUS, Seniat, Plan Bolívar 2000, In parques, la Gobernación de Barinas, no parece estigma ni mácula para destinos revolucionarios más elevados pero que aparte de ladrón, estos alemancitos se hayan permitido calificar a nuestro gobierno de muerto de hambre es algo que merece lavarse con sangre, teutona sí es necesario, claro, a menos que haya una rectificación oportuna y veraz.

 

El corruptómetro

Informa Peter Eigen, representante de Transparencia Internacional, que para la redacción de su informe se ha calificado a cada país del uno en adelante. Sin embargo, el cable de las agencias de noticias no aclara la forma en que se hizo la medición, lo que no deja de preocuparnos si se tiene en cuenta que al gobierno bolivariano le asignaron la puntuación que le asignaron. Me imagino que una agencia especializada como la del señor Eigen habrá mandado a construir un aparato similar a los que miden los sismos y demás fenómenos telúricos, un corrptómetro por llamarlo de alguna forma.

Un gobierno con ministros que se atreven a recibir uno que otro regalito - modesto, por supuesto- en las Navidades, pero que no pasan de allí so riesgo de cadena perpetua, califica entre los primeros lugares del ranking de la honestidad según el aparato de Her Eigen. Otro que aparte de aguinaldo navideños se hace el de la vista gorda cuando sus funcionarios reciben dádivas no sólo en Navidad, sino en Semana Santa, Carnaval, domingos, feriado, fiestas de guardar, ya se sabe que detienen las agujas veinte o treinta lugares mas abajo. De allí en adelante, la medición se torna más draconiana: si Jefe de Estado sufre una pataleta cada vez que la prensa pública las andanzas de sus funcionarios, el aparatejo desciende dos dígitos. Si además de echar espuma por la boca huye hacia adelante con amenazas a los editores, opinadores o periodistas, la inapelable aguja prosigue su caída vertiginosa, para llegar al equivalente a cataclismo en escala de Richter: cuando los que meten mano los 365 días del año son miembros de la familia del Jefe del Estado y en lugar de remitirlos a las colonias móviles de El Dorado, la cosa no pasa de un simple jalón de orejas entre hermanos. No está de más aclararlo antes de concluir: no conocemos al presidente de Transparencia Internacional. Quizás es un fundamentalista religioso. Con seguridad, los moralistas locales le tomarán la palabra y comenzaran a corear, igual que aquel sujeto del CNE, la ubicación de Venezuela en el punto más bajo de las buenas costumbres: "El 69, el 69, el 69".

Y uno que en realidad tampoco le tiene mala voluntad de un todo, se lamenta ¡Mire que a nuestro Presidente le pasan cosas! Su gobierno, por culpa de la corrupción administrativa, colocado en posición tan comprometedora. Pero a un buen gusto un buen susto.

 

© 2001 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio